La noche pasta en el ennegrecido llano del infinito;
es un chasquido de sombra
Salpica todos los salmos y suprcherías.
Es una enorme mariposa negra que suavemente, un apenitas,
mueve sus alas, refrescando el éxtasis del ofertorio.
Del encuentro mítico y añejadamente esperado:
El reencuentro consigo en uno mismo.
De cuatro en siete
De viento en marea.
Chispa de maíz
Año vientre
Año piedra olvido
Sacrilegio de dejar todo igual.
! A mover lo indisuluble, a arrancar mascaras de a cuajo!
Que lo indecible, por decir lo mejor, sea una serpiente coralillo,
hundiendo sus colmillos en la jauría que nos roba hasta la mirada.
¿Cuántas hogueras y flamas rotas?
¿Cuántas teas y solticios?
¿Cuántos amaneceres de espanto y alegría?
¿Cuántos caprichos y alimañas pichando nuestro sueño?
¿Cuántas sentencias y guitarras rotas?
Afinaciones a destiempo
viento que lleva
y otro que regresa en osadía.
¿Cuántos despertares de diversa textura y confitería?
¿Cuántos yoes luchando a carcajada abierta
contra mis días idos, días sin flecha ni querías?
Las manos hilanderas dejaron constancia de la constancia.
Del color y los sueños que en punto y cruz
zurcen la imaginación del Dios Sol.
De a cuatro la hoguera arde.
Las brazas de a cuatro insinúan con abstractas formas
la historia sagrada del yo.
Dicen de otros mundos y realidades: la clemencia de la ceniza.
La luna de soslayo posa su mirada en este lado de la montaña.
Los sonidos de la llanura se estrellan silenciosos contra la noche.
Las estrellas, con su corona de rubíes, se mueven
en glamoroso estertor, giran suave, se caen del cielo
incendian la noche por un instante.
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