Tuesday, July 29, 2008

Holkowii Danza Lunar, acrilico waldo

Holkowii Danza Lunar

De las cuatro regiones convocados.

Noche de luna llena, plumas y sonrisa de coral.

Al llamado del hombre de saber

la argamasa de la datura se vuelve sonaja

para marcar el ritmo de la muerte,

la que arriba a trote lento

chispeando de conjuros entre la hoguera.

Mira desde las cuencas vacías de chopos traviesos

a los ojos de los kusseyais;

sabe desde el destiempo que ellos saben

lo que ella no puede saber.

En el vai ven de los cielos, zurcidos de estrellas

en punto y cruz, se hermanan en la palabra,

el oráculo del Dios Cuchumá; ya maíz, barro,

soplo divino que a tropiezos se injerta

en la ramada del provenir.

Hora de invocación

cuando la luna en la iluminación bautismal,

toca con su mano de Diosa del desamparo

a sus hijos arropados con fuego azul.

El gorjeo de los astros

responde al murmullo del horizonte

resucitando entre ambos

la voz dormida de la montaña;

La que habla sin hablar.

La que devela en el cielo las huellas de los ancestros.

La que hurga en el ojo de agua

el sentido oculto de la vida,

el revés escarlata de la muerte.

La que al conjuro de las voces de sus hijos

arropa con su vaho de niebla las cosechas.

La que resucita con su dedo de trueno

a sus guerreros, los que en santa procesión

y la cara tiznada de azul, alumbran con sus antorchas

la parte sombreada de la luna.

Es el momento en que el cielo se quiebra

y los hombres ocres y amarillos

son iluminados con la percusión de un riachuelo

que vocifera con alas de fugacidad.

Entonces no es solo canto

de los moradores de la sombra-luz,

es algarabía de la gracia del agua serena al descolgarse,

desde una altura hasta el chasquido de su cuerpo

contra las rocas; para iniciar su peregrinaje.

La madriguera donde habitan los murmullos de luz,

se enciende con sonajas y tambores

para que vuelen los hombres lluvia

al lado bueno del infinito,

donde se sueña y se despierta --------

en el encanto de un canto,

para llamar al venado y beba un poco de luz

del cuenco de las manos.

Holkowii; Danza de profecías y sueños

Danza-palabra-fuego y luna

para atemperar la palabra sagrada

la que se descuelga del cielo

y se esconde bajo una roca, donde empiezan

los caminos sabios.

Holkowii Danza lunar

Palabra eco

herida con una flecha pulida por el acantilado,

a la vera de un pino enverdecidamente azul.

Danza de encantamientos

De instantes que cruzan en forma de chispas

al universo de orilla a orilla.

Danza-Palabra; para ahondar en la siguiente aurora

con piñones rosas y un cachito de hoguera

para encender de nuevo la luna que vendrá.

Holkowii voz de roca en el diluvio.

Pedestal del Dios Kuchuma,

para que diga a su gente la dirección

del chubasco venidero,

para que rejunten los pedazos de cielo desquebrajados

por el golpe certero de la invocación.

Viento-Presagio

Sombra de una primavera

Bajo el relincho de un potro salvaje

rémora de crazy horse

y su cuna de bejucos en Vicam.

Holkowi Danza de círculos de fuego

Entre hebras de la música lunar,

Que en remolinos levanta

Polvo de todos los que se han ido sin partir.

Wednesday, July 16, 2008

Caos Carmesi. Acrilico Waldo Lopez

Escalera a la Eternidad

…ser poeta es otra forma del intento…
Modesto Herrera


El universo no es otra cosa

que la escalera que conduce a la eternidad.

No tiene edad ni reglas cartesianas;

Vive en la intensidad inequívoca

de un movimiento infinito.

Haciéndose y deshaciéndose

en marejadas de siglos

adulterando la razón primigenia,

la sabia que recorre la maquinaria celeste,

alabando sin penitencias absurdas,

lo que no tiene principio ni fin

en el reacomodo de las intensidades

que brotan como aguas termales

del intento.

El hombre sabio, no de sapiencia intelectual,

El guerrero

Sabe que la madre alimenta con flujos y efluvios

de luz,

para trascender con la acumulación de afanes

en el cotidiano ceremonial de los colores.

Escuchando la voz relampagueante

de los más antiguos, los más sabios, los que caminan

dejando una estela luminosa con polvo de cometa,

en su transitar por este paso a desnivel del cosmos,

los que negaron la instalación foránea

de los bártulos existenciales;

la conformación del Yo y sus fantasmas.

El hombre jaguar, el hombre delirio,

el hombre coyote busca ensimismado

entre las rocas, las montañas y su tiempo

la fisura que lo lleve donde nace la gloria

y demás cielos infernales para trascenderlos

en el relicario de su impecabilidad.

Y armar pulcro inventario

de todo lo que se nos niega

para reconstruir el ver,

el palpar la vida y la muerte con el alma de lluvia.

Intuir que el universo no tiene señas, atajos o veredas.

Su espíritu se enciende con la pulcritud de un secreto

fraguado en la era de los tiempos sin tiempo,

con el ritual de los cuatro puntos cardinales y

los cuatro elementos que cincelan el infinito.

El universo no tiene correlación

entre nacimiento y muerte,

vibra con la intensidad sin limite del hombre de saber,

el cual va arrojando pedacitos de cuero de venado

para los que vienen atrás,

subiendo peldaños en el cielo,

no se extravíen en la inmensidad.

Sunday, July 6, 2008

Tijuana en llamas

El Zopilotl y Yo

En algún lugar de la frontera se juntaron los azares.

Un soplo divino sobre las velas y a levantar anclas, para que los días nos desnuden de porvenires y tocatas en el alucine de la improvisación por las costas de Calafia.

Con algo así empezaría a hablar del Zopy, mi compañero de viaje, de viaje álgido y sin alas tejido. Con punto y cruz y algunos alcoholes y delirios y desveladas y ciudades con encantos rotos y decorados con el vaho de lo indecible. Arrecifes en la interestatal 5 de norte a sur y de sur a norte, rayoneadas con los verdes esmeralda, corolario imprescindible para calmar la ansiedad del azul en Big Sur y su fresca melancolía.

Con el toque anhelado, diría el Pancho Morales, el que nosotros cultivábamos en el atrio de los hechizos. Antiguo ceremonial de los harapos. Donde hurgábamos la raíz de un nuevo día, de otra pradera para recordarla antes de ver sus amarillos ocres y sus crinolinas de jade bautizándose en un mañana que es hoy. Justo al empezar a incendiarse el nuevo día, justo cuando la noche corría espantada al canto de los pájaros y los cucuyos iluminaban con puntitos el resto de la madrugada.

En aquellos tiempos no había noche que se cayera en un mundo al revés. Pharaoh Sanders entendía de estos tribales alucines y el cataclismo de sus notas reventaban como relámpagos y los mares coreaban en Si me ve por Fa mientras disminuían los chelos, entre un estertor barroco de panderos y tambores de Maruecos.

El Zopy encontró en la Habana la huella de su espíritu. Mitad lépero, mitad alfil de James Joyce. El yo como él o él como yo en la cuerda que la vida jala de la frontera. Ni de aquí ni de allá, sosteniendo argucias para no ser Chicano, ni Pocho en la capirotada de las culturas. Como antropólogo el Zopy jalo para Chiapas, ahí adquirió su linaje Tzotzil. Lo demás es una tómbola como canta Manu Chao. Abría sus alas y alzaba vuelo, se posaba en el techo de las tramoyas y empezaba su graznido “fuga 8 requiem for you”. Bilingüe, bicolor, bicultural, binario y bisonte amaestrado. El caos perfecto con bemoles cromáticos. Con sístole y ritmo sincopado, diástole con la nota azul. Le dimos vuelta a los recovecos de las tocatas. De San Francisco a Ensenada, de Tecate a Alburqueque, Santa Fe, Alcalde en las altas montañas de Nuevo México y sus pinares devolviendo al cielo su reflejo en otro mar azul.

Los performances los empezamos a hacer en El Ruse Theater de San Diego a finales del siglo veinte. El tan ilustrado “sitúasionismo francés” que establece la utilización de los recursos en un determinado momento histórico, así como la incorporación de cualquier elemento disponible del entorno inmediato, los cuales son parte de la escenografía natural, ya lo hacíamos el Zopy y yo con el nombre de Tocatas.” Nos faltó patentarla en Tecas” dice el Zopy, mientras avienta una rolita de John Coltrane.

Con el Zopy descubrí que no era el único hijo de Adán recorriendo estas ciudades infestadas de fantasmas. Empezamos a hacer tocatas en el troley y en taquerías de la región. Man-Tek-Ozo fue un intérprete vital de la frontera y ariete para navegar en los laberintos de la obsidiana austral. Al Ruse llegaban peregrinos del mar del norte, vikingos y amantes delirantes de la luna, todo en un batido de vudú. El Jim French era otro de estos hijos de la opción múltiple. Creador de instrumentos de viento y tradiciones del quantum musical. Vikingo por antonomasia y curador del Sinacuichy Huichol. Brebaje para atemperar los aromas de la luna en celo que se paseaba por el Malecón. El Jim fue bien recibido en la comunidad Kiliwa. Recuperó una pipa sagrada copeándola al verla en un magazine. El Zopy y yo coloreamos de intensidades tornasoladas al olor de la vainilla y la canabis. Rito de unidad y descalabro. Incienso en la iglesia “A la Bio a la Bao” buscando otras resonancias, flash backs de varios veranos del 68 en diversas lenguas y en igualdad de resoluciones.

El Zopy y yo sabíamos lo que es surcar el cielo sin avión, con la fenomenología que cura bisagras y afina al charquito del arrabal para que invoque al pedacito de luna que se remoja en él. El Sinacuichy era como una burbuja de jabón donde nos introducíamos con percusa, clarinetes y spoken word; jarabe para el olvido y jazz para ambientar el strep tease de una luna enamorada de nuestro rodar desde Tijuana a Ensenada y de Ensenada a

otro amanecer.


II

El Zopy conducía un Buick 64, el cual sobrevivió a fuertes dosis de mala suerte y multiesclerosis en el chasis. Viajó desde la frontera norte a Chiapas en tres ocasiones y le dimos vuelta a la frontera en busca del tesoro perdido de Barba Azul. Fieles seguidores de los atardeceres, nos desplazábamos buscando rutas impredecibles, puestas de sol para nuestra colección. El Jazz nos inoculaba el virus del éxtasis y no ocultábamos nuestra devoción a Sun Ra. Los calendarios servían para ocultar deslices y el futuro era una melodía que resonaba bajo nuestro andar. Recuerdo una ocasión que estábamos deleitándonos en una inigualable vista desde las altas montañas de Nuevo México, cuando un par de norteamericanos llegaron hasta donde nos encontrábamos a preguntar si queríamos hongos de la región. Las mariposas aletearon furiosas en mi pecho ante el desdén del Zopy. A ningún otro miembro de la banda le intereso la oferta excepto a mi. Sabía del inconveniente de ser el único en las alas de un instante multiplicado por el frenesí. No me importó y acepté la invitación para cruzar el umbral a esa otra realidad que ya se empezaba a desquebrajar ante mí. Después de meternos en unas pozas de aguas salitrosas en medio de las nevadas cumbres, seguimos más al norte hasta llegar a Alcalde, donde tendríamos nuestro siguiente recital. Yo buscaba afanosamente conservar la cordura hasta donde fuera posible. Me concentré en las palabras y mi bitácora de vuelo.

Ya en el pequeño poblado de Alcalde y de frente a los asistentes leí en silencio mi primer texto, el cual ante mis ojos resultaba todo un bodrio literario, el desfase poético era evidente. Leía en silencio mis textos e iba arrojando al suelo aquellos que en ese momento no entraban en mi percepción, o sea todos. Los asistentes miraban con sorpresa como el suelo se iba llenando de hojas blancas mientras la banda esperaba en silencio alguna señal. Entonces dejé que los hados hablaran por mí. Cerré los ojos y solo repetí lo que el calidoscopio susurraba. Escuché mis propias palabras como se iban trenzando con la noche, como la historia se acurrucaba bajo mis pies. El Zopy no necesitaba brebajes mágicos para entender los caminos que recorría sin andar. Era un faro que impedía que me despeñara por un cielo floreando en luz. Con su clarinete y sus efectos dibujaba un mapa por donde la noche se reconocía y participaba con su voz de sombra. No exagero si digo que muchos años después he continuado buscando inútilmente pistas de aquellas palabras, que para mi fueron mis poemas perfectos. Aún recuerdo su titulo: Río embudo Blues.