Primer murmullo
Con algunos acertijos a punto de reventar.
La noche camina sigilosa.
Sus velos cubren distancias y paraderos.
La cañada seca, de tanto apostar al desatino, señala con su dedo enclenque
un camino casi olvidado.
Sereno dejo que las caricias
de esa primera noche cubran mi cuerpo.
Sin subterfugios para acallar el lamento de los coyotes,
saludo el nacimiento de la primer luna.
El encinal remanso a esa melodía lunar que en el encuentro con el infinito,
llega sensual a mis brazos ahora vacíos.
Dejo que lo incierto, el mito y el oráculo saluden mi novatez.
Impido que la resistencia ahonde en mi incertidumbre.
Reflexiono que el amigo
no es el que cabalga trechos contigo,
sino el que da la mano ante los embates de la muerte.
Sin vituallas para el viaje.
Los nudos que sostienen la consciencia se destiñen.
El viento suave y amigo, viajero de senderos y abrevaderos,
es un murmullo que decifra el fín del mundo.
La noche, ojal del más allá, que en su espejo reflejo,
devela un escondite poco seguro al final de las razones.
Ojal de un camino que al andarse se transforma
en un paraíso volátil justo ante ti.
Severo y dúctil
amigo y asesino.
Pooco después, venciendo al sueño, que obstruía el sendero a descifrar.
Los destellos de las estrellas orquestan en la bóveda celeste
el mensaje del Dios
mitad hombre
mitad mujer.
El que clava alfileres a mi desvelo
y se desvanece en el horizonte.
No sé si oré lo suficiente
a lo largo de mi andar en círculos,
el cual subía al campás de la estrella de venus.
Así de cuatro en cuatro, similar a las heridas de los Bacaves,
los cuatro vientos y los cuatro guardianes del cielo,
me despeñé sobre mi mismo.
No sé si Abuelo o Padre luz
vena que nos une a la flama eterna,
fuego que se embadurna en los siglos, en las gargantas
de los hombres sabios,
de los hombres jaguar,
del hombre murmullo y el hombre silencio.
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