Friday, April 18, 2008

Talismán de Luna

Llego y llego
Desde un rincón de la fantasía.
Sigilosa penetró por las yemas de mis manos;
con un relicario de preguntas
y una locura que mata-sin-morir-mañana, me extremeció
de los pies a mi larga sombra.

Primero el desconcierto, la inocente forma de plegarme a lo desconocido,
luego el éxtasis de saberme infinitamente finito.
De dar en gracia y volverme arpegio de espuma
para ser de al menos un instante
de más o de menos poco importa.

Así en medio de las voces y el devenir de la sexta
con luz de cuarzo
cuajaron los esmeros y los tintes de la claridad.
De mis manos la linea indivisible de lo infinito
se hacía hermano.
Los tiempos y las distancias
tañian con su perfume al cedro y la caoba.
El sudor de las cañadas se volvía neblina,
apretujaba con su vaho mi cuerpo
que se desvanecía buscando tu arrebato

LLego y llego
Como el fresco rocio peinando la cabellera de los maizales.
Hilando con ternura a la luna, con filigrana de plata,
luz, sombra y destello, para que los hombres de saber
se les ocurriera de al menos la última palabra, como ocurrencia de un verso.
De al menos tocar ligeramente la piel del rio,
que busca con ansias su escencia hermafrodita
de Mar y la Mar.

Llego y llego
como un lejano tintineo de campanas bajo el agua.
Metiendose ingenua bajo la lengua
para ayudar a pronunciar la palabra sagrada.
Llego y sin haber llegado del todo,
como justificación,
como ir a misa de domingo a las seis de la media noche.
Llego y me hizo hizo voltear al cielo, con la paradoja de lo eterno,
metida entre los ojos.
Llego y llego
siempre lejana, inconmesurable,
como la punta de un alfiler grafiteando la carne.
Con el canto de los desheredados.
Con el paso lento de los insectos en la hojarasca.

De pronto me vi cerca del abrevadero.
Me dije sin hablar de lo inútil de la busqueda,
de lo fugaz que resulta el viaje a tu sueño.
Giré y me vi desde los ojos de mi yo lejano.
Con la tristeza de la melancolía emanando de mi reflejo.
Sin mediar palabra nos sumerjimos en las aguas encendidas
siguiendo tus huellas en la piel del rio.

Llego y fue llegando
con el cosquilleo de las tardes de verano,
con el murmullo de una escultura de jade.
Venciendo al brujo de agua negra.

Llego sin llegar apenas
con su flecha hirió a la noche
sangrando de estrella su liviantad.
Fue como si los sueños ardieran trás los pinares,
como si las nubes nos dijeran al oido
el pudoroso secreto de la lluvia
y nos deslizaramos en el resoplar rojioso de la alborada.

Llego y fué sin ser lo que no llego.
Una migaja de sol, un pedazo del vientre de luna,
para utilizarlo como talismán
contra toda desventura y hechicería
en cualquier olvidado zaguán.

Llego tejiendo ardores de vida, fragancia de cielo.
Llego amotinando seibas y atardeceres,
dibujando sobre el fango una estrella boreal.
LLego a esperar lo que aún no llega.
Llego apenas su sombra, apenas un alo,
apenas un apenitas
ni un tantito más.

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