Tuesday, May 13, 2008

La ciudad de los adagios

LAS ENSEÑANZAS DEL PANCHO

EL Pancho Morales decía que “las palabras duelen” y salía a embriagarse con la noche en las calles de Tijuana. Interpretaba los mensajes de los maniquís en las vitrinas y los anotaba pulcramente en su libreta caza poemas. Dejaba que los adoquines lamieran su pantalón y recordaba que debajo de ellos había arena de playa. El Pancho sufría la enfermedad de los poetas. Le dolía el dolor ajeno y asistía puntualmente a cuanto sepelio de amigo o familiar aconteciese. Los in memoriam en sepia iban acumulando cuartillas. Lista extensa.
Ahora; todo aquel que se declare partidario de la vida, en cualquiera de sus espectros y multi dimensiones, entre ellos el poeta, sabe que las palabras son paridas con dolor, en ocasiones con rabia, otras son aguijones que se clavan en el inconciente para minimizar o atemperar la existencia y otras para invocar la redención.
Cuesta vivir y se sufre sin morir. Si un poema duele y es solo un ente fugaz, que tanto nos cobrará la vida, entonces, si es nuestra obra de arte mayor. Para acabarla de chingar; nos gusta tocar la viola o el oboe con una mano en el corazón. El Pancho Morales sufría también. Muchas veces se le cayó el castillo de naipes y volvió a empezar. Su misantropía fue menguando con las visitaciones nocturnas de la Kasandra. “las palabras, esas bestias sin amo” decía el Pancho y se te quedaba mirando fijamente a los ojos, envolviéndote en un silencio de paz. Su obsesión era el peso aniquilante de los días. Se afanaba por rejuntar los susurros de la mar.
Armaba vecindarios, vendavales, anchas avenidas como la Revolución en el centro de la ciudad, pero en otro tiempo. Abría las puertas al delirio y se abrían nuevamente el Mike's o el Aloha. Ahí estaban sin falta: El Peace and Love, el Childrens Factory, Young Blood Mother, el Ritual, con el Franky Bareño ¿Te acuerdas vivía a un costado de mi casa allá en Tecas por la Ave Revolución ¿Otra Revu ? “Las cosas de la parapsicopoesía”. “Simón carnal”.
El Pancho Morales, maestro al fin, se solidarizó con otros profes en los trajines de la clandestinidad. Tiempos del Inti Illimani, pero adictos a la Janis y a la 23.

“…somos avaras gaviotas
olisqueando tu pudor en la noche.
Bajo un quicio”

Escribía en su libreta hecha a mano por él, escondiéndola cuando querías husmear. El Pancho Morales tenía también fe (♪) “yo creo en ti” decía el Pancho y remataba diciendo 5 minutos después “¿o no loco?”. Creía y confiaba ¿se imaginan el resultado? Así es. Otro como nosotros, lleno de cicatrices en el alma pero luciéndolas como medallas un Coronel. 500 años apenas serían el mínimo para medio madurar. Imagínense ahora viviendo un promedio de 100. Protestas, chiflidos, “mociones a los hocicones”. Dice una voz entre el público. Bueno es para matizar, evitar sospechas del enemigo que husmea los mails. Nuestra obra de arte mayor se construye minuto a minuto, día a día y la suma de todo esto es águila o sol. Ahora imagínense, si un palíndromo nos duele, que será la conjunción de los calendarios y los ábacos arremetiendo furiosos en la sentencia final. Donde no habrá de dos sopas o te paras de cabeza o brincas al centro mismo de la nada, la cual al recibirnos florece como madriguera de luz y se convierte en el todo mayor. Con aromas de geranios y tierra mestiza acariciada por una lluvia de abril. Ahí habremos de ser, quizás, una flama un dos de Noviembre acabado de nacer. Con las intensidades luminosas de cirios y estrellas, reflejándose unas en otras y al revés. “Yo te entiendo loco” Decía el Pancho y lo intentaba descifrar. Su corazón parecía débil pero, en verdad, estaba troquelado en las minas de Cananea. Granito y cantera y filigrana de un dolor. ¿Te sientes muy solo, verdad loco? Entonces abríamos la tequila y se abría la noche de par en par. “Vallejo, loco y Onetti nada más” Decía el Pancho y sacaba un libro de Cesar Vallejo con su poesía completa y se ponía a leer. Recuerdo una ocasión que al finalizar un poema se apagaron las luces y se escuchó una voz: “Yo nací un día que Dios estuvo enfermo. Grave”. Se encendieron de nuevo las luces. Me quedé viendo perinolas de luz.. Escuché al Pancho preguntar con voz suave.: ¿Fuiste tú loco? Un silencio nos envolvió, en tanto una gavilla de estrellas fugaces, trataban de decirnos el final de un poema en Do Mayor.

La Maga. Acrilico Waldo Lopez

Crossroads o "La balada del Pancho Morales en el lugar en que el mar se empacha"

Modesto Herrera


Los caminos se cruzan en los laberintos del psicopoema
y las visiones de la predestinada que descifra los enigmas
se llenan de metáforas: es la gaviota que se transforma en pelícano
cuando en una mañana apenas en capullo, las aves de igual forma
se cruzan y tienen su nicho acomodado en la casa de los peces.

Se dibujan trayectorias diferentes y los peñascos
son constantemente lavados con la sal de los secretos,
rocas puras cristalinas en espera del viejo y su caña de pescar
y al lado de él, la jarana casi rota de tanto repetir las coplas de la vida,
el canto del mestizo con alma pegada a los pies de la muchacha
y a la madera en ambas partes: en el cielo y en el mar,
pero también aquel que sigue sus pasos por las marcas de la arena
sabe que un día los instantes electrónicos se agruparán
en la esquina de la playa
y los caminos otro día se juntarán.

Coosroad dice el diablo y los profetas y el poeta y el cantante
y se acuerda de la flauta y la charanga pero regresa al blues
al sonido gutural de una soprano que despelleja el alma
y como eco se estaciona en los pasillos escondidos del recuerdo.

Pancho morales es Vallejo y es Neruda y es Jim Morrison,
pero también Pancho Morales es blusero y tiene algo muy poco de modesto,
porque Pancho es altivo, honrado y acepta su destino y convierte las palabras
en saltos de la rama, en epigramas, en bolero cubano o yucateco,
en una copa de tequila, una cerveza y el dolor lo acepta
como otro salto intentando traspasar la nada entre gotas de vació humano,
pérdidas, ausencias, anunciadas por CaXandra, prima hermana de la novia del Morales,
o su tía que para efectos de sangre el blues cósmico la borra
y nos convierte en un solo grito de dolor y canto, de plegaria al infinito
aún en estos sitios en que los caminos acuáticos se cruzan y nace el tamarindo,
y el árbol de mango y el toque mágico.

Pancho Morales dice:

“…sigo en mis soledades y en mis soledades me pregunto lo que alguna vez quise ser y no se pudo, el miedo de amar como gigante y atravesar con ese escudo este valle de preguntas que al final, la respuesta de la nada es el único destino solitario de los seres que se enfrentan a querer cambiar a su destino con el único camino del intento: la poesía.”