Sueño y vuelo al unísono de un extraño pulsar
de chaquira y estambre
en el devenir fantástico de la alucinación.
Hasta la vigila enternecida llegamos.
Sin yugos o falsas operetas.
Sopesando los arquetipos del viento,
develandonos el sentido oculto de la vida.
El Deja Vu del primer hombre,
aquel que miraba lo que tu ahora ves,
desde la caverna, a través de la hoguera, el tiempo y sus avatares.
Apenas un glance
Te mira y lo ves a través de estas palabras
engarzando los tiempos al pacto final.
El ritual de los alimentos ostentosamente frugales.
Libres de habladurías, de chismes profanos y arcanos.
Listos para la sentencia de la claridad,
de la luz que se quema sin arder.
Luz que existe más allá de elucubraciones con marro y cincel.
Má allá del más allá.
Justo donde la chispa enciende otra constelación.
Donde se acrisolan con yunke y fragua todos los amaneceres.
A cavar, a remover la tierra
con las heramientas que nos da la luna,
con la inspiración de la hoguera para cincelar la siguiente aurora,
la que se habrá de desclavar del madero de los tiempos
para arder con la claridad de un nuevo sol.
Claridad y reflejo
Obra y conjunción en el inventario diario,
en donde se interpreta del tiempo el significado de los instantes.
La ayahuasca mantiene las venas de mi cuerpo encendidas.
El amazonas avanza majestuoso en la sangre de mi ser.
Rememora el milagro de los verdes.
A ritmo agreste del tambor ceremonial
el ritmo del corazón, latido con ecos y trozos de pedernal, juncos,
develandose otra realidad.
En mi sangre el veneno de la reflexión.
Del sentirse uno en los otros, en lo que viene atracito del horizonte
aventando puñados de luz para despojar a la noche vieja
de sus sombras y volverla justo ante nosotros
nuevo amanecer y en jolgorios un funeral.
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