Friday, June 20, 2008

Mirada Huichol. Vicam, Sonora

Lo que no logro ver en su mirar

¿Qué miro en la mirada del que ve que miro solo parte

de lo que se ve?

¿Jirones de tiempo,

arrancados al vitral que refracta la voz del tiempo

y no tiempos, pues solo una muerte hay?

¿Los verdes de la tundra que se desmoronan

en el arco iris del festín de los verdes?

¿El verde de Lorca, el verde tornasol de la alquimia

del cielo profundo; anaquel del creador, alo divino,

Dador impersonal de batallas inconclusas, cotidianas,

enquistadas en la espuma de los ríos

que alimentan de prodigios insignificantes a la mar?

¿Acaso pizca de la floresta, llamas que se consumen

en los labios del cielo, adoquín de las calles de tus pueblos,

edificados por la mano alfarera en una historia,

repleta de estrellas que no tienen revés, ni soltura,

brillo andrógino de una mándala universal;

donde se asoman tantos Dioses

a sorber algo de humanidad, algo de temporalidad,

para obtener el mayor placer del ser:

una caricia de finitud en el vaho apocalíptico de la muerte,

la que trasciende su aura, sus pasos, su esencia, su dolor.

Esa extraña liviantad que es brillo en la mirada

de los hombres primeros que habitaron la Lacandona,

Sierra de Juárez o el Cuchumá,

sin que ellos sepan a ciencia cierta

que están tocados de infinitud,

por el ocaso que devela a la madre,

envuelta en velos de tul turquesa y holanes de fiesta

escapando a conjeturas y absoluciones

y al chiflido del silencio quema las naves del desvelo

entre aromas de copal y lentejuelas de verde flamor.

Esparciendo a los cinco puntos cardinales

diamantina de la estrella polar, que es la última y primera

en la procesión de los tiempos acurrucados

en un eterno renacer, arpegio de las centurias,

dinamo de los precipicios, adagio en el vuelo del águila

que no sabe que sigue siendo Dios.

Encuentro de los pueblos indigenas de America. Vicam, Sonora

El rojo revolotea con su aroma de muerte,

en los laberintos construidos con chaquira y plumas de quetzal.

Cansancio adusto para aminorar las caídas y moretones

que se siembran en sus cañadas y ríos, cesterías del viento en Toniná;

alvéolo pulmonar de la Lacandona que sueña y hace soñar

en el verde, el café, el amarillo y el blanco antes de empezar

la cuenta regresiva a la sexta y última profecía;

la que da cuenta de la profundidad del cielo y del ser.

¿Qué verdades se enquistan en tu mirada

que ve lo que no logro ver en tu mirar?

Del cielo brotan relámpagos, milpas celestiales

augurando en cada noche de luna escasa

los pormenores de la ausencia, de la sangre que se levanta

y camina como el Lázaro que perdió la ruta

pero no la dirección del sur.

Del usted al tú, cansancio atemperado por los equípales

del destierro ante el embate del miedo, partitura

que leen las estrellas bajo la danza de las pen pen

volando trémulas entre los colores y vericuetos de la derrota.

Abrevadero de los tiempos y calendarios

para seguir la ruta de las pléyades en el cielo

que conducen a un capitulo inexistente, pero de todos sabido

y esperado del Chilam Balám.

¿Qué me dice tu mirada que ocultan los libros de una

rígida e impersonal historia que se pasea en las catacumbas

de la reexpides?

Es tu mirada simple la que ve no parte alejada de mí,

sino la parte que se hermana a ti, la parte doliente,

la parte que sangra en adagios

y escalas cromáticas en las fisuras del aire,

la parte que nos encuentra en algún recoveco

del tobogán celestial,

la que se armoniza y repite con una flauta de carrizo

y un tambor que bate el colibrí atento al porvenir.

La marimba se hermana con el Yolotl

y con el nombre Marimbá.

Nacimiento en otro lado del mar:

El Congo, Angola o Senegal;

Salpicando penas, dolores que colorean una lluvia boreal.

De la profecía y exilio de los tiempos,

el cristo negro que emigró de la selva a otros dolores, a otras fronteras

para amalgamarse entre cantos nocturnos, Candombes y

batucadas en el crucigrama del destierro.

Sauré Sumbi de Palmares.

Tu canto baja del Quilombo a las florestas del más allá,

para buena ventura de los cielos y constelaciones

al ritmo de Ganga Sumba

el que avienta las redes para atrapar las estrellas

que se lavan la cara en la mar.

¿Qué ve tu mirada

que no logro recordar?