EL Pancho Morales decía que “las palabras duelen” y salía a embriagarse con la noche en las calles de Tijuana. Interpretaba los mensajes de los maniquís en las vitrinas y los anotaba pulcramente en su libreta caza poemas. Dejaba que los adoquines lamieran su pantalón y recordaba que debajo de ellos había arena de playa. El Pancho sufría la enfermedad de los poetas. Le dolía el dolor ajeno y asistía puntualmente a cuanto sepelio de amigo o familiar aconteciese. Los in memoriam en sepia iban acumulando cuartillas. Lista extensa.
Ahora; todo aquel que se declare partidario de la vida, en cualquiera de sus espectros y multi dimensiones, entre ellos el poeta, sabe que las palabras son paridas con dolor, en ocasiones con rabia, otras son aguijones que se clavan en el inconciente para minimizar o atemperar la existencia y otras para invocar la redención.
Cuesta vivir y se sufre sin morir. Si un poema duele y es solo un ente fugaz, que tanto nos cobrará la vida, entonces, si es nuestra obra de arte mayor. Para acabarla de chingar; nos gusta tocar la viola o el oboe con una mano en el corazón. El Pancho Morales sufría también. Muchas veces se le cayó el castillo de naipes y volvió a empezar. Su misantropía fue menguando con las visitaciones nocturnas de la Kasandra. “las palabras, esas bestias sin amo” decía el Pancho y se te quedaba mirando fijamente a los ojos, envolviéndote en un silencio de paz. Su obsesión era el peso aniquilante de los días. Se afanaba por rejuntar los susurros de la mar.
Armaba vecindarios, vendavales, anchas avenidas como la Revolución en el centro de la ciudad, pero en otro tiempo. Abría las puertas al delirio y se abrían nuevamente el Mike's o el Aloha. Ahí estaban sin falta: El Peace and Love, el Childrens Factory, Young Blood Mother, el Ritual, con el Franky Bareño ¿Te acuerdas vivía a un costado de mi casa allá en Tecas por la Ave Revolución ¿Otra Revu ? “Las cosas de la parapsicopoesía”. “Simón carnal”.
El Pancho Morales, maestro al fin, se solidarizó con otros profes en los trajines de la clandestinidad. Tiempos del Inti Illimani, pero adictos a la Janis y a la 23.
“…somos avaras gaviotas
olisqueando tu pudor en la noche.
Bajo un quicio”
Escribía en su libreta hecha a mano por él, escondiéndola cuando querías husmear. El Pancho Morales tenía también fe (♪) “yo creo en ti” decía el Pancho y remataba diciendo 5 minutos después “¿o no loco?”. Creía y confiaba ¿se imaginan el resultado? Así es. Otro como nosotros, lleno de cicatrices en el alma pero luciéndolas como medallas un Coronel. 500 años apenas serían el mínimo para medio madurar. Imagínense ahora viviendo un promedio de 100. Protestas, chiflidos, “mociones a los hocicones”. Dice una voz entre el público. Bueno es para matizar, evitar sospechas del enemigo que husmea los mails. Nuestra obra de arte mayor se construye minuto a minuto, día a día y la suma de todo esto es águila o sol. Ahora imagínense, si un palíndromo nos duele, que será la conjunción de los calendarios y los ábacos arremetiendo furiosos en la sentencia final. Donde no habrá de dos sopas o te paras de cabeza o brincas al centro mismo de la nada, la cual al recibirnos florece como madriguera de luz y se convierte en el todo mayor. Con aromas de geranios y tierra mestiza acariciada por una lluvia de abril. Ahí habremos de ser, quizás, una flama un dos de Noviembre acabado de nacer. Con las intensidades luminosas de cirios y estrellas, reflejándose unas en otras y al revés. “Yo te entiendo loco” Decía el Pancho y lo intentaba descifrar. Su corazón parecía débil pero, en verdad, estaba troquelado en las minas de Cananea. Granito y cantera y filigrana de un dolor. ¿Te sientes muy solo, verdad loco? Entonces abríamos la tequila y se abría la noche de par en par. “Vallejo, loco y Onetti nada más” Decía el Pancho y sacaba un libro de Cesar Vallejo con su poesía completa y se ponía a leer. Recuerdo una ocasión que al finalizar un poema se apagaron las luces y se escuchó una voz: “Yo nací un día que Dios estuvo enfermo. Grave”. Se encendieron de nuevo las luces. Me quedé viendo perinolas de luz.. Escuché al Pancho preguntar con voz suave.: ¿Fuiste tú loco? Un silencio nos envolvió, en tanto una gavilla de estrellas fugaces, trataban de decirnos el final de un poema en Do Mayor.
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